Historia de un remordimiento (1)
El color negro del vestido no era el que mejor le sentaba, pero aun con él mantenía su porte sofisticado y cautivador. Sus labios pintados color escarlata resaltaban su carácter siempre sugerente, incluso en esa fatídica ceremonia. La casa iba llenándose de familiares, amigos, vecinos y curiosos levantando una plomiza atmósfera. Me acerqué al hermano de ella. El abrazo fue seco, distante y distraído. Su mirada nerviosa se desplazaba por la sala como si esperase a alguien. Agobiado por el tumulto, por el humo del tabaco y por la fingida pose diplomática de los invitados, fui a la cocina para abrirme una cerveza, y allí estaban dos de los primos de Sophie –conocida como la Femme Fatal–, y de Julien, discutiendo en voz baja y de algo que debía ser realmente importante a juzgar por la vena hinchada del cuello de uno y el sudor frío del otro. Con una sonrisa forzada abandonaron la cocina. El olor a café de cardamomo recién hecho recorría el laberinto de mi memoria buscando un momento clave de mi pasado que me alertaba de algo, pero que la tercera cerveza que llevaba en el cuerpo borraba todo tipo de rastro. Minutos más tarde entró por la puerta trasera de la cocina un tipo corpulento, con traje negro azabache de señorito, la corbata haciendo palanca bajo la nuez del cuello y un sombrero Fedora con una sutil inclinación hacia la derecha. Sin reparar en mi presencia pasó al comedor. Lo seguí. Fue apartando a los que velaban y plañían el féretro del difunto, y frente a los asistentes y con voz aguda y cortante tronó “¡Prohibido acercarse al ataúd! ¡Que todo el mundo se quite los zapatos!”. Al contrario de lo que yo esperaba, los dos hermanos no preguntaron, no pidieron respeto ni amenazaron con llamar a la policía, solo se limitaron a mirarse fijamente mientras la mano huesuda de él señalaba su bolsillo y una media sonrisa en los labios escarlata de ella sobrevino en su rostro con elegante disimulo.
Enigmática historia muy bien escrita. Veremos como sigue…
Mañana el desenlace …