Gracias a mi amigo Javier he tenido el privilegio de conocer a Ania Iglesias, semifinalista del primer Gran Hermano. Una mujer increíble y luchadora, pero también incrédula de todo lo que le esperaba al salir de la casa. Ni en sus mejores sueños podía pensar que ese experimento iba a tener tanta repercusión social.
Me acuerdo perfectamente que en el año 2000 estabamos todos pegados al televisor, y cuando digo todos me refiero a todo el mundo. Porque en cualquier esquina podías escuchar conversaciones acerca del valor y el coraje que tenían los concursantes de mostrarse en directo 24 horas. Diez participantes que no se conocían, encerrados en una casa durante tres meses. Estoy convencida de que no tubo que ser nada fácil. Pero Ania aguantó como una campeona y logró ser semifinalista.
Los primeros años fueron una locura. Iban de programa en programa y todo el mundo quería entrevistarlos pero, poco a poco, se fue calmando el boom y cada uno tomó su rumbo.
Ania estudió interpretación, entre otras cosas, porque su sueño era ser actriz y gracias a su empeño y dedicación lo ha conseguido. Actualmente está trabajando, junto a su compañero Jordi Pons, en la obra de teatro Reciclando a un famoso de Alejandra Alloza.
Este artículo también quiere ser un homenaje por el 20 aniversario de aquel espectacular fenómeno televisivo que fue Gran Hermano.
Y es que ahora, por culpa de esta pandemia, parece que estamos todos participando en un reality, aunque la salida de nuestras casas va a ser menos emocionante e incierta.
Lo que está claro es que nuestro confinamiento es una obligación mundial y la repercusión va a ser desastrosa, sobre todo económicamente. La vida después de “la casa” va a ser totalmente diferente.
Veremos a ver que nos encontramos.
Un saludo!
Muy buena visión del momento actual! Un abrazo!
Gracias Jorge.
Un beso.