La Caída de Alberto Fujimori vs Su nombre es Fujimori – Dos miradas, un mismo hombre

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La Caída de Alberto Fujimori 

Ellen Perry (2003)

Link: https://www.youtube.com/watch?v=zeH1oWWZrb0&feature=player_embedded

Su nombre es Fujimori

Fernando Víchez Rodríguez (2016)

Link: https://vimeo.com/168694171

 

Un mismo momento histórico puede tener diversos enfoques e incluso miradas contrapuestas. El gobierno de Fujimori (1990-2000) abre diferentes interpretaciones y posicionamientos políticos. Cada documentalista escoge dónde posicionarse, cómo transmitir un suceso histórico y qué lenguaje visual (entre otros elementos) seleccionar para plasmar una realidad subjetiva y visibilizar la historia a través de un filtro propio. En ambos documentales observamos un mismo patrón de actuación: entrevistas a las personas implicadas en los acontecimientos o personas externas a ellos y con material de archivo que recrean un periodo muy significativo para Perú. Pero entre los dos existen grandes diferencias interpretativas de lo sucedido, dos miradas discordantes.

 

En el documental de Ellen Perry vemos como el escenario inicial está muy medido, en un estudio, todo se sitúa bajo una pose correcta, con cierta armonía para presentar al ex presidente Alberto Fujimori. Vemos cómo éste se coloca algo nervioso para iniciar la entrevista entre sonrisas. El plano está muy cuidado, es estático, y mientras esto se va sucediendo se intercalan los títulos de crédito con una música suave y envolvente. La cámara sigue grabando los gestos después de sus palabras, ya que a veces, según dice el refrán, “una imagen vale más que mil palabras”. Entiendo que con esto tiene la intención de profundizar a través del lenguaje corporal su sentir interior. En este relato comprobamos que la cámara le sigue en su viaje a Japón en busca del exilio. Tenemos entonces la cercanía del protagonista y la oportunidad de captar su esencia misma. Pocas veces vemos las interpelaciones de la autora a Fujimori y cuando las hay pocas veces suelen ser comprometedoras e incómodas excepto cuando le pregunta dentro del coche sobre los delitos de que se le acusa: simplemente deja que sea él quien desgrane su discurso y su visión de los hechos.

 

Entre imágenes de felicidad familiar, de ovación popular gracias a su cercanía a las zonas más pobres de Perú, de las promesas de mejora de seguridad, etc., van desfilando valoraciones y opiniones de diferentes periodistas tanto nacionales como internacionales que analizan la dictadura de Fujimori, alguno asegura que <<Fujimori no creía en la democracia y si en usar medios corruptos para seguir en el poder>>, y como al parecer existe un intento de equidistancia por parte de Ellen Perry, esta aporta seguidamente las palabras del ex presidente recalcando que Perú <<era más democrática que ningún otro país de Latinoamérica>>.

 

En la primera parte de La Caída de Alberto Fujimori se hace mucho hincapié en el motor por el cual Fujimori decide saltar al escenario político: acabar con el terrorismo de Sendero Luminoso. Para lograr este objetivo, la directora señala a través de imágenes que no profundizan en la realidad social cuales fueron las decisiones drásticas tomadas por el presidente. Momentos como el <<autogolpe de Estado>>, las denuncias de su mujer, la represión, el caso de la matanza de Barrios Altos y de Cantuta, la destitución de magistrados, etc., quedan suavizados con intervenciones explicativas de Fujimori y con imágenes a cámara lenta, diría “bucólicas”, paseando él en bicicleta por la ciudad y con el festejo de los partidarios vitoreándole.

 

El personaje de Vladimiro Montesinos aparece de forma explicativa según su trayectoria y como llega a ser el director de SIN (Servicio de Inteligencia Nacional del Perú) y mano derecha de Fujimori. Se muestra como Montesinos utiliza el escuadrón de la muerte Grupo Colina para perpetrar de forma violenta y sanguinaria las aspiraciones políticas del Gobierno. Y es con las imágenes de la victoria sobre el secuestro de la embajada y la captura del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, que se traslada la idea de que “el fin justifica los medios”, dejando como héroe a Alberto Fujimori. Pero será la aparición de los vladivideos –una colección de vídeos grabados en las instalaciones del SIN donde se observa cómo Montesinos sobornaba a grandes empresas privadas, dirigentes políticos, medios de comunicación y gobiernos locales para ponerse a disposición del gobierno– lo que producirá la caída de éste. Ante esto Fujimori huye del país y para desmarcarse se posiciona ante su antigua mano derecha llegando a defenestrarlo argumentando que era una persona <<transparente, de cara bondadosa pero detrás ahora conocemos un personaje diabólico>>. Los escándalos políticos, sociales, legales, etc., del presidente se soslayan con imágenes cercanas a él, sus gestos emotivos y sus palabras de convencimiento.

 

Keiko Fujimori acompaña la narrativa cinematográfica con intervenciones y declaraciones desde una imagen cándida avisando a su madre que <<piense en sus hijos>> pasando por escenas donde ya la encontramos como primera ministra en substitución de su madre, Susana Higuchi, hasta afirmando que todo lo que se dicen sobre su padre es mentira. Susana Higuchi es reemplazada por traición según Fujimori, a lo que responde en un plano de ella con la voz en off de Fujimori, <<que ni un actor de Hollywood lo haría mejor>>.

 

Se hace una narrativa cronológica de los hechos hasta el 2003. Al final vemos la vida plácida que lleva en Japón y como la derecha del país lo trata con deferencia. Un documental que acumula una serie de imágenes de archivo que fueron decisivas e importantes pero que acompañadas de música y enfoques agradables les quita gravedad que tuvieron.

 

Por el contrario, Su nombre es Fujimori empieza con un fundido negro, voces de la radio de Antena1 justo en el momento en el que Fujimori ha dado el Golpe de Estado. Este documental es directo, vivo, con escenas rápidas y dinámicas en la calle, manifestantes y militares enfrentados, alternado silencios y voces de personas transmitiendo el dramatismo del momento.

 

Encontramos la voz en off de alguien que nos cuenta su visión sobre los hechos con un lenguaje algo poético acompañado de imágenes de choque. Es un documental claramente partidista con un enfoque que hace que la conexión con lo ocurrido sacuda más las conciencias. Para situarnos en los comienzos del régimen nos relata en formato de cuento, con música de cuna, la llegada al poder del ex presidente: <<Había una vez un candidato presidencial llamado Fujimori>>. En este caso las imágenes de la gente, de los hechos, de los crímenes, tienen potencia, más veracidad sin maquillaje. Advertimos que en esta narración se dan más datos, más detalles de los diez años de mandato de Fujimori. Los delitos de lesa humanidad, las esterilizaciones forzadas, la corrupción del Gobierno y de la CONFIEP, el asesinato de Pedro Huilca, la manipulación generalizada, la creación del Grupo Colina y sus matanzas y desapariciones, la censura, las consecuencias del Golpe de Estado transformando el poder legislativo y judicial en beneficio propio, etc., todo ello queda evidenciado con la fuerza del testimonio, la palabra empodera a las víctimas de los crímenes.

 

En este documental vemos las marchas estudiantiles, la conciencia política del pueblo y los duros enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Incluso en uno de los momentos se fusionan los gritos de los manifestantes apaleados por los policías con la imagen y las palabras del presidente del Congreso <<y muchas gracias a todos por haber permitido este debate democrático>>. Queda irónico, se ve el cinismo del establishment ignorando y ninguneando lo que el pueblo sufre y exige.

 

También asistimos a las contradicciones y mentiras de Fujimori y su hija Keiko a través del relato visual y las resoluciones judiciales que se dan después de la caída del régimen fujimorista. Parte del aparato represor de aquel decenio queda encerrado en las prisiones del país, pero las declaraciones de la congresista electa Marisa Glave no contemplan una victoria tras la caída del régimen: <<solo recuperaron los procedimientos democráticos […] pero el montaje de lo que significaba el fujimorismo lo dejaron intacto>>.

 

Hay una escena que comunica y transmite un dolor agudo de las víctimas en la que se intercalan imagen, palabra escrita y silencio dotando de un poder increíble la secuencia: dos mujeres gritando con el rostro cargado de ira, angustia y desaliento: <<Fujimori genocida, Montesinos genocida, Marín Rivas genocida, ni olvido ni perdón>>. “Ni olvido, ni perdón”. Un eslogan que se convertirá en estandarte de los opositores a Fujimori.

 

Antes de finalizar, el director cierra de forma circular el cuento iniciático del principio del documental con las mismas palabras y expresiones, pero ahora la protagonista es su hija Keiko. Un mensaje que nos indica que “la historia se repite”.

 

Después de todo este viaje intenso e impactante, Víchez Rodríguez enmarca este periodo de la historia de Perú 16 años después con imágenes de la plaza de San Martín llena de gente y con la voz en off de alguien que contrapone el antes y el después en este lugar: <<voy asociando lo que veo con recuerdos>>, y cuenta el contraste en el que <<ahora la movilización policial es para proteger la movilización no para atacarla>>, que << la manifestación no es para derrocar una tiranía sino para impedirla>> y que además <<las fuerzas democráticas son dueñas de la calle pero no en confrontación sino en su decisión de defender la libertad>>.

 

Después de este documental se sucedieron importantes hechos: Fujimori fue capturado en Chile, extraditado a Perú y condenado a 25 años de prisión y su hija asumió el papel de líder de su padre, y prosiguió el mismo camino logrando con Fuerza Popular, en las elecciones generales de 2016, 73 escaños, un 56%. Keiko Fujimori sigue siendo investigada por la fiscalía por lavado de activos y entregas ilegales de dinero a políticos. Además, el partido no ha hecho ningún movimiento para excarcelar a Alberto Fujimori, relegándolo al olvido y adoptando a Keiko como única y legítima mandataria. Por otro lado, Matilde Pinchi Pinchi reconoció ser ella la que trasladó el primer vladivideo a Fernando Olivera y Luís Ibérico, después de enterarse de que querían deshacerse de ella, y con este acto consiguió descabezar el gobierno de Fujimori.

 

En la actualidad, Perú está gobernada por el partido centroderecha Peruanos Por el Kambio (PPK) de Pedro Pablo Kuczynski, y que por lo que apuntan algunos diarios sigue habiendo descontento en la calle a nivel educativo, sanitario, económico y de corrupción. Y además, el partido de Keiko Fujimori, Fuerza Popular, con la mayoría parlamentaria, está obligando a realizar diversas mociones de censura a los ministros de Kuczynski con lo que están poniendo a su gobierno en una situación de auténtica ingobernabilidad.

 

 

Fuentes

 

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